Comunicación ante la influenza

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Un blog de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información

Influenza Mediatizada: el reinado de lo evidente

Mariana Torres

Sara Sefchovich cuenta en su País de mentiras que la falta de preparación de los conductores de televisión termina por realizar un ejercicio profesional donde no se profundiza, sólo se describe lo evidente.

He escuchado en más de una ocasión que los medios se han portado «responsablemente» en la difusión de información de prevención y recuento del avance o retroceso de la llamada “influenza porcina”. Habrá que puntualizar: la televisión y la mayoría de la radio comercial han realizado una excelente labor de voceros. Salvo contados casos de noticiarios radiofónicos, lo ofrecido por los medios son incontables encadenamientos de mensajes de los secretarios, estatales o federales.

La mañana del lunes los noticiarios del duopolio televisivo apostaron por invitar a doctores que respondieran dudas de los televidentes; durante la conferencia de prensa ofrecida por Marcelo Ebrard en la mañana, Mónica Garza sólo repitió lo ya dicho.

Esa es la actuación de la televisión: “está el secretario de Educación, Alonso Lujambio, el Secretario de Salud José Ángel Córdova…”, lo cual sabe cualquiera que pueda leer, si un reportero preguntaba por las campañas políticas el conductor reponía: “entonces será decisión del IFE”, “entonces se suspenden clases hasta el 6 de mayo”, “entonces evitar aglomeraciones”. Lo mismo sucede con los expertos: “entonces, doctor, usar tapabocas”, “pues como dice el doctor, no automedicarse”.

Ninguna información que no esté en las conferencias de prensa, nada de profundidad, reporteros fuera preguntando a los peatones por qué no usan tapabocas, testimonios vacíos de familiares con preguntas del estilo de “¿cómo se siente de estar aquí en el hospital con su familiar con influenza?” “¿cómo siente la situación con respecto al hospital?” –si alguien entendió el sentido de la última pregunta, por favor que desnutra mi ignorancia y me lo explique—: el saldo de una situación de cuya gravedad no estamos completamente seguros.

¿Será que es buen momento para creer en las cifras oficiales? ¿Será que la radio comercial y la televisión “dicen la verdad” porque dan voz al gobierno federal y estatal? En todo caso, es la única versión, la posibilidad de saber si el gobierno mexicano ya estaba enterado, si su actuación fue tardía, si los casos son más de los reportados, si es necesario parar actividades en el DF y no se hace porque implicaría detener al país… un cúmulo de dudas por responder son atendidas sólo por los medios alternativos, los críticos de siempre que se convierten en la opción para quienes no nos conformamos con saber las recomendaciones de la Secretaría de Salud.
Esta es sólo una emergencia de las muchas que podrían ocurrir en la vida del país y es la muestra para saber con quién contamos para informarnos de las poliédricas coyunturas de esta naturaleza.
Al final, los medios funcionan en cuanto a sus audiencias, es nuestra decisión si elegimos sintonizar las descripciones y repeticiones. Es nuestra decisión entre el análisis y el reinado de lo evidente.

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Influenza porcina y medios

Gabriel Sosa Plata

Columna radiofónica “Telecom y Medios”

Noticiario “Pulso de la Mañana”, Radio Educación, 1 de mayo 2009

Tiene razón Ernesto Piedras al afirmar que la epidemia de influenza porcina tiene la característica de ser el primero de los fenómenos de salud pública en la era de la llamada sociedad de la información. Por lo mismo, esta emergencia se convertirá en un interesante objeto de estudio que será analizado desde diferentes disciplinas.

En cuanto al comportamiento de los medios, es prematuro tener una evaluación seria. Pero desde ahora y con los riesgos que esto implica, aventuro algunos planteamientos muy generales.

Uno de ellos es que, en general, la radio y la televisión se convirtieron en ecos fieles y acríticos de las fuentes oficiales. La reiteración de las medidas preventivas y de los datos confusos proporcionados particularmente por las autoridades sanitarias del gobierno federal y del gobierno del Distrito Federal, fue la norma. ¿Qué más allá de eso? Muy poco. Salvo algunas excepciones, los medios han reflejado muchas de sus debilidades: ausencia de investigación, editorialización, en ocasiones excesiva, ignorancia y por supuesto desinformación sobre un tema que los tomó, como a muchos, desprevenidos. Los medios han sido funcionales a las políticas de comunicación del gobierno calderonista en esta nueva tragedia nacional.

Un segundo elemento, obvio a simple vista, pero no tanto como se escuchará a continuación, es que la radio y la televisión abiertas han saturado a las audiencias con información sobre la epidemia. Y era lógico que sucediera así por tratarse de un hecho trascendental de salud pública. Muchas personas se sensibilizaron del tema, cumplieron las recomendaciones y no han dejado de informarse. Quizás ello podrá bajar los contagios. Pero mucha gente sigue sin creer lo que se dice en los medios, sobre todo en cuanto a estadísticas de las personas que han muerto o que han sido contagiadas por el virus. Por supuesto, esto no es un problema sólo atribuible a los medios sino también de la desconfianza que se le tiene a su principal fuente: el gobierno.

Ayer, por ejemplo, el periódico Reforma publicó los resultados de una encuesta aplicada en el Distrito Federal. A la pregunta sobre las cifras que han dado a conocer las autoridades sobre el número de personas contagiadas o fallecidas a causa de la influenza porcina, un 57 por ciento opina que se quedan cortas con la realidad.

Por eso es que, en la era de información, los todavía pocos privilegiados que tenemos acceso a Internet en este país recurrimos a esta tecnología, para encontrar más respuestas a nuestras preguntas. Alejandro Romero, publicó ayer en El Universal, un interesante texto sobre el tema. Afirma que cuando uno buscaba influenza en Google el 28 de abril, encontraba 117 millones de páginas y más de 27 mil noticias publicadas. Esta misma búsqueda el día 29 ofrecía ya 281 millones de resultados y más de 100 mil noticias. Cuando alguien buscaba gripe porcina, un término relativamente nuevo surgido a raíz de esta epidemia, el día 28 se encontraban 658 mil páginas y el 29, un millón 820 mil.

Pero esta saturación no necesariamente implica estar mejor informados. En Internet lo mismo hay fuentes confiables como desconfiables, investigaciones serias así como charlatanería. Ayer Felipe León, comentarista de este noticiario, ironizaba sobre las diversas teorías que pululan en correos electrónicos, blogs y sitios en internet sobre el virus y su contagio. Aunque algunas de estas teorías parecen absurdas, hay quienes les atribuyen mayor confiabilidad que la que se le tiene a muchos de nuestros gobernantes.

Un tercer elemento a considerar es que se demuestra una vez más que Internet, pese a lo que hemos dicho, es también un punto fundamental de encuentro de amigos, familiares y colegas para conversar sobre temas como el que nos ocupa y exponer una opinión sin necesidad de la ahora casi prohibitiva comunicación cara a cara. Las llamadas redes sociales como Facebook y Hi5 son herramientas que lo mismo son utilizadas para informarse que para recibir apoyo, consuelo y hasta ayuda psicológica por el miedo y el pánico generados ante la saturación mediática sobre la enfermedad o bien para manifestar su enojo o preocupación sobre las acciones tomadas por el gobierno ante la epidemia. El citado Alejandro Romero explica ayer que, por ejemplo, en Facebook ya hay más de 500 grupos creados en torno a la Influenza y exclusivos sobre gripe porcina.

En términos laborales, también la red ha sido puesta a prueba para el trabajo a distancia en esta etapa de emergencia. Programas como Skype, Twitter y Messenger han tenido un uso intensivo para no dejar de ser, como dicen las empresas, productivos pese a la circunstancia que atraviesa nuestro país.

Hay muchos otros elementos a considerar, pero el tiempo se nos termina. Sólo quiero agregar que la Asociación Mexicana de Derecho a la Información, que ahora preside el doctor Raúl Trejo Delarbre y de la cual formo parte, ha abierto un blog para discutir el desempeño de los medios de comunicación en estos días difíciles, así como para intercambiar información, inquietudes y experiencias acerca de este tema. El blog se encuentra en la siguiente dirección: https://mediosantelainfluenza.wordpress.com/

Invito a quienes nos escuchan a participar en este blog, añadiendo comentarios a los textos incorporados. Y quienes quieran colocar una nueva entrada, pueden enviar su texto al correo blogamedi@gmail.com. Aprovechemos Internet para analizar un tema que salvo algunas excepciones, como Radio Educación, es prácticamente ignorado en los medios electrónicos.

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La influenza positiva (y negativa) de los medios

G. Georgina Sosa Hernández.

Al comienzo de la expansión de este nuevo virus,  me parece que los medios actuaron con pertinencia: difundieron la información de inmediato y se hicieron eco de las indicaciones de las autoridades, con lo cual hicieron notar la gravedad de esta circunstancia particular. En cuanto a lo primero, difundieron con precisión las medidas preventivas para evitar la propagación del virus; además, hicieron programas con especialistas (médicos, infectólogos) a fin de orientar con mayor claridad de la afectación posible a la que nos enfrentábamos.

No obstante, lo que comenzó siendo un papel apropiado de los medios ante la confusión (o ignorancia) de la población, se ha ido tornando en una estrategia comunicativa de competencia entre medios que, de principio, no es incorrecta. El problema a mi parecer surge cuando los medios pasan de ser coadyuvantes de la situación de emergencia sanitaria, mediante la difusión señalada, a protagonistas utilitarios de la coyuntura; cuando minimizan el seguimiento puntual de los hechos para explotar todos los ángulos dramáticos de la noticia: las historias de los infectados que salvaron la vida, las condiciones paupérrimas en las que viven aquellos cercanos a los criaderos de puercos, el constante uso de la palabra “pandemia” en cada corte noticioso sin explicar sus reales implicaciones para el país (lo que genera crecientes expectativas negativas acerca del futuro de la situación), son -quizás- los más destacados.

Cabe mencionar la utilidad de Internet en estos momentos de aislamiento forzado (especie de “arraigo domiciliario” voluntario), ya que nos ofrece una ventana de información, sí, pero también un espacio de intercambio y socialización seguro, que ha impedido que ese aislamiento físico se transforme en una reclusión insoportable.

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Eficacia mediática

Raúl Trejo Delarbre

Texto publicado en eje central

¿Qué debieron haber hecho los medios de comunicación ante la emergencia sanitaria? Para responder a esta pregunta sin voluntariosas ideologizaciones es preciso recordar que los medios, antes que nada, tendrían que ser instrumentos de servicio público. Son canales de mediación entre el Estado y la sociedad y, desde luego, entre los variados segmentos que conforman a esa sociedad. Son además espacios de información, entretenimiento, a veces de educación, etcétera. Pero todo ello se supedita a esa función primordial de servicio público.

Así que, en aras de tal servicio, ¿qué deberían haber pretendido los medios de comunicación? La respuesta no es difícil. Si nos encontrábamos ante una epidemia de alcances desconocidos e inicialmente delante de un virus que era –y en alguna manera sigue siendo– también impredecible, la prioridad de los medios era comunicar a la población las dimensiones mayúsculas del problema. De la misma manera, tenían que informar –e instruir– acerca de las medidas que la gente debe tomar para prevenir el contagio.

Esos deberes, los medios los han cumplido de manera notablemente organizada. A una semana de que comenzó la emergencia se puede asegurar que los mexicanos nos enteramos con rapidez de la epidemia. En pocos días la cultura de la protección sanitaria, desde luego acicateada por el miedo, ha permitido que nos resguardemos y ya todos conocemos los síntomas que hacen necesario acudir de inmediato a los servicios de salud.

La manera como distintos medios han presentado las informaciones acerca de la epidemia indican estilos, sesgos y enfoques varios. Pero en términos generales, sería mezquino regatearles a la televisión, a la radio y a la prensa, el papel de comunicación que han cumplido con eficacia. Algunos han exagerado más que otros pero, en ese panorama general, las descripciones altisonantes, la tentación del estruendo y las imágenes lastimeras quedaron en segundo plano. Las explicaciones a cargo de médicos especializados en epidemias han acaparado los segmentos dedicados a ese tema. Tanto en noticieros como en espacios habilitados de manera extraordinaria, las televisoras y radiodifusoras han sido puentes entre los expertos y el resto de la sociedad.

La información acerca del desarrollo de la epidemia ha resultado, esa sí, errática y confusa. Las contradicciones en los datos que comenzó a ofrecer hace varios días el secretario de Salud, así como los vacíos que se mantienen en algunos temas relacionados con los efectos del virus porcino, han desconcertado a no pocos ciudadanos. Los medios, al repetir esa información y sobre todo al prescindir del escaso contexto que le daban las autoridades, contribuyeron a esa confusión.

Pero esos tropiezos han sido parte de un aprendizaje colectivo. El secretario José Ángel Córdova ofrecía algunos días datos de enfermos y defunciones fehacientemente causados por el virus y, en otras ocasiones, se refería a casos aún no comprobados. Por lo demás, ese funcionario ha exhibido una paciencia extraordinaria, requerido día y noche no sólo por los medios sino por otras obligaciones.

El gobierno ha difundido la información a su alcance, desde que la tarde del jueves 23 entendió la gravedad de la epidemia. Puede discutirse si ese reconocimiento lo hizo a tiempo, o no. Pero en cuanto así fue, aunque tuviera que suceder casi a media noche, se anunció la suspensión de clases en la ciudad de México.

Los medios han permitido entender –hasta donde es científicamente posible– la situación de la epidemia y en ellos los ciudadanos han aprendido cómo cuidarse. Ese diagnóstico no les gustará a quienes consideran que el análisis crítico de los medios debe estancarse en la denostación permanente. Tampoco les agradará a quienes creen por principio que este gobierno es incapaz de cumplir con sus obligaciones.

Los medios de comunicación, siempre en una apreciación general, han eludido también la seducción del rumor y la especulación. En los días recientes han circulado por Internet versiones disparatadas, que nunca faltan pero que ante la emergencia epidemiológica resultan más irresponsables que de costumbre. Si alguien quiere creer que el virus H1N1 fue propagado intencionalmente para que dejáramos de prestar atención a la aprobación de algunas leyes en el Congreso (¡como si a la sociedad le interesara tanto lo que hacen los legisladores!), o para que hagan negocio las empresas farmacéuticas, o como resultado de una aviesa conspiración de Obama, Sarkozy y Calderón para atajar la crisis de la economía mundial (¡como si a Wall Street le sirviera de algo el cierre de restaurantes, el quebranto del turismo y el miedo en la ciudad de México!)  ese es asunto de cada quien. Pero si a causa de esas versiones inverosímiles hay quienes consideran que las medidas de prevención son innecesarias, entonces los rumores habrían tenido un efecto potencialmente criminal. Los medios de comunicación no han contemporizado con esa desinformación.

Eso no significa que todo lo hayan hecho bien. Les ha faltado iniciativa, sobre todo para hacer periodismo de investigación aunque ese es un problema permanente de los medios en México. Los conductores han tenido que improvisarse, no siempre exitosamente, como conocedores aunque sea superficiales de epidemias y providencias sanitarias.

La interlocución que entablan con sus audiencias es solamente excepcional y transcurrida la emergencia, la mayor parte de los medios volverá a la unilateralidad de siempre. En esta experiencia todos los medios, pero especialmente los de índole no comercial, podrían encontrar un rumbo que hasta ahora ha sido infrecuente. Los espacios radiofónicos del IMER, los programas especiales de Canal 11, las mesas redondas de TV y Radio UNAM, han sido oportunidades para hacer una comunicación de servicio público.

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